Yupanqui como poeta, cantor, que toca una música propia, composiciones (algunas propias otras cocreadas con su pareja
Antoinette Pépin Fitzpatrick), canciones propias:
inventa un folklore -
crea una nueva tradición;
con su narración, en su forma de contar, en su forma de pensar y hablar.
No los crea de la nada, pero desde una parte de lo existente y de su sensibilidad,
de sus observaciones y reflexiones,
de su lectura (o mala-lectura, lectura a contrapelo):
el poeta no explica la realidad, quizás la comprende,
solo la canta. Y algo de ese cantar nos ilumina un poco el sendero.
Yupanqui - el filósofo popular, el filósofo del camino:
porque pensaba, reanudaba temas sobre la existencia del humano en el paisaje, en el territorio latinoamericano, en relación a su presente y a su pasado, a veces perdido, difuso, confuso, silenciado.
Como la historia de muchos pueblos originarios que perdieron (y los que casi perdieron)
sus lenguas, su cultura.
Quizás ya en los 90 ese aparente vacío se transformó en visión y creación;
ese kultrún que Yupanqui vió como algo antiguo y lejano, luego de los 90,
se transformó en presente y cultura viva.
Yupanqui es, así como Bach para la música europea, un punto de partida y de llegada del que difícilmente podemos escapar. Es también el hombre que constantemente se reafirma en un paisaje viviendo en el extranjero, cambiando ligeramente de acentos
dependiendo con quién hable (algo que le ocurre a muchos que viajan a tierras extranjeras y por comunicar se desapegan de los modismos locales).
Por qué la comparación con Bach, si no para que un determinado lector o lectora entienda esta referencia.
No es la comparación solamente una comparación gratuita con una persona, con un símbolo cultural enigmático, inacabable, inabarcable en una sola mirada, en una sola opinion. Es también la mirada puesta en un Bach y un Yupanqui que representan, cada uno a su manera, un punto de unión entre lo anónimo, lo popular, y la escritura, la composición y la memoria oral; entre lo sacro y lo profano, entre lo casual y lo deliberado, lo privado y lo popular, coincidiendo todas estas corrientes en la mirada de un individuo concreto.
O bien, como escribió Machado y solía cantar Yupanqui:
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.
Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.
Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.
A partir de Yupanqui podemos ver como se abren distintas tradiciones en la música folklórica, como su influencia trascendió los límites de su pampa.
Borges y Atahualpa, dos que imaginan la pampa, imaginan y crean una tradición, y a partir de ellos surge la tradición. En la literatura, no se puede huir de Borges así como no se puede ignorar a Yupanqui en la música latinoamericana. Ambos crearon nuevas sensibilidades, nuevos modos de leer y de oír, nuevos modos de recordar también.
En una entrevista de 1977 con Joaquín Soler Serrano, Yupanqui lo menciona dos veces a Borges. Era la década de la fama internacional de ambos artistas. ¿Borges lo menciona alguna vez a Yupanqui?
Escuchamos en Yupanqui las voces de otros poetas, la voz de su esposa Nenette surge en armonías, más de 60 canciones compuestas en conjunto. Nenette vuelve a aparecer una y otra vez como una incógnita. Yupanqui era las armonías de Nenette, las melodías de Pablo del Cerro, que era también Nenette, que decidió ser Pablo. La voz de Yupanqui eran dos o cuatro (Pablo y Atahualpa, Antionette y Hector Roberto). Y también la de su guitarra. La voz de Yupanqui son muchas voces, tantas que no las podemos contar.
Para mí la voz de Yupanqui fue siempre ese silencio entre acorde y acorde, entre verso y verso.
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